A estas alturas cabría esperar que la historia nos hubiese enseñado lo suficiente como para vivir sin tener que presenciar en los medios de comunicación decenas de conflictos bélicos a diario. Aquello que nos decían nuestros profesores de que estudiar Historia nos serviría para evitar los errores del pasado, parece haber quedado en saco roto. Lo cierto es que en el año en que se celebra el centenario del inicio de la I Guerra Mundial, en el planeta se están desarrollando varios conflictos bélicos en los que la política tiene un papel relevante.
En estos días estivales raro es el informativo que no abre su sección de titulares con el conflicto entre Israel y los territorios palestinos. Cuando parecía que las aguas habían vuelto a su cauce, tras la visita del Santo Padre Francisco a Tierra Santa, resulta que un grupo de terroristas insurgentes del bando palestino encendió la mecha de una bomba que está resultando mucho más cruenta de lo que era de esperar. Tras años de tensiones y un vergonzoso muro separando a sendas poblaciones, en esta ocasión Israel ha decidido hacer uso de su arsenal bélico y poner al mando de la operación a un jefe marcial para acabar de una vez por todas con Hamas, aunque en el camino están pereciendo víctimas civiles, como los cuatro niños muertos tras explotar un misil junto a ellos cuando estaban en la playa. Un precio demasiado elevado para una situación que debería encontrar otros cauces de salida.
En Irak el escenario no es muy diferente. O quizás algo sí. La segunda guerra perdida de Estados Unidos, tras la nefasta intervención de Vietnam, ha dejado al país oriental sumido en una situación de caos de la que le está siendo imposible salir. Chiíes y suníes, las dos ramas principales del Islam, se procuran el poder, mientras Al Qaeda ha visto la oportunidad de resurgir de su declive y encontrar una forma de hacerse fuerte.
En el Mediterráneo, de nuevo, es Libia la que pena tras la violenta muerte de Gadafi y el fin de su gobierno dictatorial. La transición es un tren a paso lento con grave peligro de descarrilar, con una clase política manchada de corrupción y varios bastiones armados poniendo continuas trabas al proceso de recuperación de la nación.
Siria, Líbano, Honduras, Sudán, Nigeria, Bangladesh y Ucrania terminan de agregar los ingredientes en la sopa de conflictos con los que estamos celebrando el inicio de una guerra que todavía no se comprende.