Hace unos días la ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, planteó en el Congreso de los Diputados el posible futuro al que podría verse avocado el diésel y, con él, todos los vehículos que utilizaran este motor.
En base a las emisiones de gases contaminantes, la ministra ha considerado que los coches diesel tendrán que ir ocupando una menor cuota del parque automovilístico, para terminar desapareciendo definitivamente.
Como era lógico, las primeras reacciones no se han hecho esperar y las asociaciones de vehículos, así como los propios concesionarios, identifican el temor en los compradores, que son quienes más pueden salir perdiendo.
Un coche sin futuro
Si se demoniza al diesel y se pone en duda su viabilidad, los consumidores se alejan de este tipo de vehículos. La compra de un coche está identificada como la segunda mayor inversión de una familia, por detrás de una vivienda. Por tanto, no se puede asumir ningún riesgo con ella.
La ministra ha planteado varias medidas, desde una posible subida del precio del diésel, hasta incrementos fiscales en estos vehículos. Sin embargo, lo más contraproducente podrían ser las medidas anticontaminación de las ciudades, que impedirían la circulación con estos vehículos.
La defensa del diesel
Mientras desde el Ministerio se ataca al motor diésel, estos vehículos tienen sus defensores. Los primeros los compradores, que indican que hasta ahora se incentivaba la compra de estos vehículos con un menor impuesto de matriculación, un combustible más económico y la garantía de que requerían menos mantenimiento.
De hecho, algunos análisis previos al dieselgate han confirmado que la menor dependencia del petróleo con estos coches, permite reducir la emisión de gases contaminantes. Tras el escándalo de Volkswagen, sin embargo, los fabricantes se afanaron por reducir esta emisión de forma directa, algo que parecen haber conseguido dentro de los márgenes marcados por la ley.
El verdadero problema existe en el envejecimiento del parque automovilístico español, con más de 12 años de media de edad, en el que hay numerosos coches diésel que efectivamente han demostrado ser más contaminantes. El incentivo de renovación de estos vehículos podría constituir la mejor ayuda real para que la contaminación por sus emisiones de gases se redujese lo máximo posible.