Hay tantas formas de viajar como viajeros conociendo el mundo. Hay quien prefiere un “Todo incluido” en el Caribe, quien gusta de navegar en alguno de los mayores buques que jamás ha surcado los mares o quien se echa la mochila a cuestas llega hasta donde sus pies son capaces de andar. Multitud de opciones para viajar a las que hace unos años se unió el “couch surfer”, una forma de viajar barato alojándose en casas de hospitalarios voluntarios y con el intercambio cultural como modo de pago.

couch surfer

No se puede decir que el couch surfer sea algo nuevo. Desde hace milenios las personas han viajado y se han hospedado en alojamientos dedicados a acoger a viajeros o en casas de bondadosos hospederos particulares. De un tiempo a esta parte, este modo de viajar se ha institucionalizado. Todo comenzó cuando Casey Fenton (ahora un afamado empresario con perfil en la revista Forbes) decidió viajar a Islandia alojándose en la casa de algún paisano dispuesto a acogerle. Para conseguirlo llegó a mandar varios miles de correos electrónicos, de los que cincuenta se interesaron por el acogimiento. A la vuelta del viaje creó una plataforma, una empresa sin ánimo de lucro: Couch Surfing.

Lo de “couch” responde a la forma de alojamiento básica que se ofrece a un invitado que no se espera: el sofá. Así que los usuarios van “surfeando” por los sofás que gratuitamente ofrecen personas de todo el mundo. La plataforma comenzó a funcionar y en 2011 se privatizó, borrando la coletilla de “sin ánimo de lucro”. Lo que propició la estampida de los usuarios y una polémica por la explotación económica de una forma de viajar contraria al fin lucrativo. Como alternativa otras muchas plataformas han surgido para ofrecer lo mismo: alojamiento a cambio de intercambio cultural.

Obviando viajar utilizando esta empresa o plataformas similares, sí que es una forma de conocer mundo y ahorrar. El couch surfer se basa en el diálogo y la buena fe entre las partes. El viajero encuentra un lugar donde pasar unos días y sobre todo el asesoramiento viajero de un guía local que lo recibe. El dinero está de más. La cultura y la experiencia son el pago que reciben ambas partes, aunque nunca es mal recibido un regalo a cambio del alojamiento y las comidas tradicionales a que se invita al viajero.

 

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