En concreto las acciones consisten en la sanción de seis personas y cinco entidades por la acusación de ciberespionaje. A ello se une la condena del acoso y persecución de los funcionarios estadounidenses en territorio ruso. Finaliza la acusación con la expulsión de los 35 agentes de inteligencia de la Embajada de Washington y del Consulado de Los Ángeles que, junto a sus respectivas familias, tendrían 72 horas para dejar el país. Complementariamente, otros dos centros propiedad del Gobierno de Rusia, quedarán cerrados.
La acusación se centra principalmente en el caso de publicación de correos electrónicos por Wikileaks, que supuso un auténtico mazazo a la credibilidad de los demócratas y que, según se argumenta, habría sido uno de los motivos por los que Donald Trump consiguió quitarle votos imprescindibles a su rival demócrata.
El republicano ha anunciado que se reunirá próximamente con los servicios de inteligencia para aclarar la situación, si bien su respuesta ha sido conciliadora. Trump se ha mostrado siempre cercano a la política de Vladimir Putin, presidente de Rusia.
Esto ha motivado la creencia de que Trump puede llegar a revocar estas sanciones, si tras su inicial investigación y los datos recabados por los servicios de inteligencia la conclusión es que no hay suficientes pruebas.
Rusia todavía está a la espera de ver cómo se desarrollan los acontecimientos. Pese a que se ha anunciado que se realizarán las sanciones correspondientes acordes al trato recibido por Estados Unidos, lo siento es que en la actualidad se mantiene la misma política exterior que hasta el momento.
Es una situación apremiante, dado que el propio Putin se está viendo presionado por otros políticos rusos, que piden una sanción idéntica a diplomáticos estadounidenses, es decir, que también sean expulsados del país.